La pequeña mariposa todavía no se ha dado cuenta de que ya tiene alas.
Me gusta decírselo, pero sin que se dé cuenta. Tiene que aprender a volar poco a poco, o la podría sorprender una tormenta -como ya sucedió alguna vez- y que no tuviera tiempo de ir a cobijarse y proteger el polvo mágico de sus alas, que es lo que le permite volar...
Me gusta cuando ella me dice cuánto le importo, porque entonces sé que si yo creo en ella, ella creerá.
Me gusta porque siento que, más que nunca, somos como dos mariposas.
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