domingo, 25 de abril de 2010

Confesión

Llevaba un tiempo ya arrastrando sus pocas ganas.
Una vez leí que en un estudio que se hizo en Japón, pusieron etiquetas con palabras a botellas de agua. En cada etiqueta escribieron un sentimiento diferente: amor, nostalgia, tristeza, odio...
Sorprendentemente, cuando examinaron las moléculas del agua, resultó que habían tomado formas muy diferentes según la etiqueta que llevaba su botella. Curiosamente, las moléculas de la botella etiquetada con la palabra amor tenían formas suaves y redondas, mientras que las moléculas de la botella con odio tenían formas rectilíneas y geométricas.
Después de leer esto, se me ocurrió que un 75% del cuerpo humano es agua, así que algo parecido podría ocurrir con nosotros. En mi reflexión, nuestros pensamientos, las ideas que tenemos harían la función de las etiquetas.
Entonces, si uno mismo se deja invadir por un sentimiento, éste influirá en la estructura del organismo de la misma manera que lo hacen los sentimientos de las etiquetas: si te dejas llevar por pensamientos negativos, de rabia, odio o dolor, tus moléculas tomarán esa forma y no tardarás en relfejarlo físicamente.
Y eso fue lo que me ocurrió; no tuvo un buen día, y lo pensó durante todo el día. Así que la mañana siguiente ya se despertó con esa idea, y así fueron pasando días enteros. En lugar de tratar de esforzarse por cambiarlo, se dejaba llevar por ese sentimiento de tristeza. En lugar de ver el sol con unas pocas nubes delante, veía las nubes tapando el poco sol que había.
Siento haberos atrapado en mi estado, y gracias por estar a mi lado.
M.

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